Ona Flores definiría su trabajo como «fotografía costumbrista con un toque de magua». Comenzó a realizar fotografías cuando se fue de casa y se dio cuenta de todo lo que podría llegar a perderse si no lo fotografiaba. Gracias a esto se quedaba con «el recuerdo como material de todos esos momentos que son inherentemente inmateriales». También realiza fotografías en conciertos porque le parece «lo más divertido del mundo». Siempre lleva su cámara consigo.
¿Cómo comenzó en la fotografía? «Comencé cuando en un rastro pillé una cámara analógica. Estaba rota y muy vieja y decidí arreglarla para empezar a hacer fotos. A partir de ahí todo ha sido ensayo y error porque es la característica principal de la fotografía analógica. Aprendes mucho porque tienes como una única oportunidad para hacer las fotos. Después di el salto a digital. Siempre he ido intentando meterme en proyectos, buscar trabajos, ir aprendiendo, tener cada vez más y más porfolio».
¿Cómo enfoca una sesión de fotos? «Depende. La mayoría de mi producción no son sesiones planeadas como tal, sino que siempre llevo la cámara encima. Fotografío muchas veces a mi familia haciendo las cosas más cotidianas: cocinando, cosiendo, la vida en el campo. En la fotografía de concierto no puedo planearlo como tal, llevo la cámara y lo que va surgiendo. Lo único es educar el ojo para saber dónde ponerme o cuando sacar la foto».
«Mi exposición de fotos no es sólo mía, sino de toda la gente que me quiere y apoya»
¿Y las sesiones planificadas? «Han sido sobre todo con bandas que me han contactado para una portada o para una sesión de fotos promocional. Primero va tener muy clara la idea que tienen, así como la idea del producto. Es decir, nuestro disco está enfocado a esto y queremos llevar esta estética. Se hace el mood board de referencias y a partir de ahí se ve con que se sienten bien, las localizaciones, el atrezo con el que podemos contar y se arma la sesión. Como en el caso de la última que le hice a una banda local de Granada, Amigas! Me enseñaron el disco, lo que querían expresar y representar, la imagen con la que se sentían bien y a partir de ahí construí todo».
¿Cómo se sintió al realizar su primera exposición? «Fue un impacto. De repente fotos que yo consideraba el día a día, mi casa, y que en absoluto han sido planeadas ni premeditadas pasaron a la categoría de arte, de algo que admirar, al estar en el contexto de una galería y porque las estaba viendo gente. Para mi fue muy chocante porque yo solo estaba exponiendo lo que para mí es mi día a día. También sentí la sensación de que todo el mundo tenía como una mirilla por la que mirar lo que pasaba en mi casa. Mis costumbres familiares, momentos íntimos de mi abuela como puede ser ella cosiendo o pescando. Estoy súper agradecida con la sala, mis amigos que me ayudaron a montar todo, con la gente que vino, con el apoyo que me mandaban desde las Islas, con todo. Súper agradecida porque no es solo una exposición mía, es de mi familia, de mis amigos, de toda la gente que me quiere y me apoya».
¿Cuál fue el tema principal? «Era la magua que básicamente es lo que siento al ser canaria y haber tenido que irme fuera por estudios, trabajo… También es una defensa de todo ese patrimonio inmaterial de las Islas y de todo nuestro folclore y nuestra idiosincrasia que se está perdiendo cada vez más. Para mí fue poner un poco de manifiesto. Me parece muy importante haberlo hecho fuera de Canarias, me llevé un pedacito de mi casa, no sólo de mi casa, sino de mi hogar particular. Fue especialmente importante haberlo hecho fuera porque expuse nuestro lenguaje y expuse nuestras costumbres».
¿Prefiere realizar una sesión de fotos o fotografías en conciertos? «Creo que fotografía de concierto. Porque puedo llevar la cámara y me parece la actividad más divertida del mundo. Es donde mejor me lo paso porque me encanta ir a conciertos y escuchar música en directo. Siempre estoy escuchando música y descubriendo artistas, apoyando artistas locales, etc. Las disfruto más, pero porque es un ambiente de por sí muy divertido. También las sesiones son divertidas, pero si es verdad que es un ambiente súper distinto. No soy una artista conceptual de tener una idea, desarrollar el concepto y a partir de ahí hacer la sesión. Mi fotografía tira más por el costumbrismo».
Aunque no es la fotógrafa oficial, ¿cómo se siente al fotografiar a artistas como Recycled J, Samantha Hudson, Dano o Cruz Cáfune? «Estoy súper orgullosa. Son artistas que me encantan. En esos casos han sido conciertos a los que he ido como fan. Samantha y Dano me hablaron para decirme que las fotos eran increíble y me dieron las gracias. Hay un momento en el que un artista te ve en primera fila con una cámara y se crea como una pequeña conversación, una complicidad, y el artista se viene arriba dándotelo todo y te da las fotos. Es el artista quien hace un montón de contacto visual y gesticula mucho en tu dirección porque entiende que estás ahí pasándotelo bien».
¿Tiene cuidado a la hora de realizar las fotografías? «Sí. Siempre intento no meter la cámara delante de ningún móvil que esté grabando para no molestar a nadie a mi alrededor. De hecho, cuando voy a un concierto, saco la cámara muy pocas veces porque ya es como que sé más o menos cuando va a haber un momento de foto o cuando la iluminación me gusta, o cuando el artista está en equis situación. Siempre me lo paso genial y es una cosa muy muy divertida».
«Hay fotos que las veo y las puedo oler»
De todas las sesiones de fotografías que ha realizado, ¿cuál diría que es en la que más realizada se ha sentido? «No fue una sesión de fotos planeada, sino una foto de mi abuela cangrejeando y cogiendo lapas. Estábamos en casa el 25 de julio, que son las fiestas de mi barrio, de El Puertito de Güimar. Me acuerdo que me asomé y la vi. Fui corriendo a por la cámara porque sabía que era algo que quería tener inmortalizado para mí. Al igual que cuando saco fotos de mi casa y mi familia es porque quiero contribuir a la idea de tener un álbum de fotos y que cuando mi abuela sea mayor y mi hermano crezca que puedan tener inmortalizados todos esos recuerdos».
¿Qué sintió al realizar la fotografía? «Fue algo tan íntimo y bonito. Es un momento que llevo viviendo desde que soy pequeña porque por ser de barrio pesquero, toda la vida nos hemos dedicado a pescar. Fue un sentimiento de que por fin iba a tener eso inmortalizado y podré mirar siempre esas fotos y acordarme perfectamente de cómo era, cómo lo hacíamos, cómo se vivía, cómo era la luz. De hecho, son fotos que en cuanto las veo las puedo oler. Huelo el salitre, el marisco, los burgados. Es una cosa muy personal y muy íntima».
¿Cree que ahora mismo la fotografía es un hobby o un trabajo? «Siempre ha estado a medio camino entre hobby y trabajo. Es verdad que me encanta llevarme la cámara a todos sitios, lo disfruto muchísimo. Pero llega un punto en el que no puedes vivir de esto. En mi caso, creo que no quiero vivir de esto, pero si que se me reconozca el trabajo monetariamente más que nada. Cuando ya cruzas el umbral de empezar a invertir en un mejor material, ahí es cuando hay que empezar a hablar de dinero. Hay veces que contacto a bandas locales o me entero de cuando viene alguien a una sala o me hablo con las salas para cubrir bolos y demás. Ahí ya si empezamos a hablar de dinero. Siempre tiene que haber para mí ese medio camino.»
¿En algún punto lo verá viable como un trabajo? » Es verdad que no pretendo vivir de la fotografía. Ojalá se me diera así. Sería una cosa que me encantaría, pero de momento siempre procuro divertirme. Aunque me lo como con profesionalidad y seriedad. Entonces no sabría decir exactamente. Es un medio camino, como que estoy en el sweet spot exacto entre hobby y trabajo».