«Hay cosas con las que, simplemente, no puedes empatizar porque no las has vivido. Algo así pasa con el suicidio», cuenta Sara Bote, psicóloga y presidenta de la asociación Volver a Vivir, una entidad que surgió hace ocho años, «cuando no se hablaba del tema», para prestar apoyo a personas que han perdido a seres queridos, «en especial por suicidio». La Asociación atiende a quienes se encuentran en una situación «de dolor» tras ver que alguien de su entorno «se plantea quitarse la vida», explica la psicóloga.
Las personas expertas coinciden en que no hay respuestas por parte de la sanidad pública, esto deriva en que «no hay suficiente ayuda», asevera Bote. En busca de alternativas, nacieron asociaciones como Volver a Vivir o Teléfono de la Esperanza, ambas con sede en las islas Canarias.
Teléfono de la Esperanza es un recurso para quienes «necesitan hablar y desahogarse», expone José Cabrera, director técnico de la Asociación en Canarias y experto en Psicología Clínica. La organización, que comenzó su andadura en el año 1971 en Sevilla, empezó como un sistema de atención inmediata por teléfono. El objetivo: acceder al mayor número de personas posibles, sobre todo, a quienes no tenían la posibilidad de buscar ayuda.
Esta primera iniciativa, «tuvo mucho éxito. Tanto que, en Canarias, ya llevamos 27 años trabajando», asegura Cabrera y añade que, actualmente, cuentan con una sede física en Tenerife y otra en Gran Canaria. «Las personas que componen la Asociación han pasado por un proceso de selección y de formación», subraya el presidente y es que, en palabras del experto, «si alguien va a escuchar los problemas de otra persona debe tener cierto equilibrio emocional».
El duelo
Con el objetivo de crear un puente de empatía, desde Volver a Vivir se forman grupos de trabajo entre personas que comparten la misma situación: el duelo tras la pérdida por suicidio. «Cuando alguien ha superado la etapa del duelo, coordina estos grupos de iguales», comenta Sara Bote que, además, subraya que se establecen de manera guiada.
«Curiosamente, esto es lo que funciona», afirma la psicóloga, pues frente a una persona experta diciendo «qué es lo que va bien o va mal», está alguien que «ha pasado por lo mismo. Ha hecho un proceso de curación y lo comparte». Para la presidenta de Volver a Vivir, «la terapia está en contar una y otra vez lo que tenemos dentro».
En base a su experiencia, Bote comenta que «el suicidio está mal visto y muchas familias no lo pueden hablar abiertamente». Por su parte, Cabrera destaca la variedad de problemas que tienen las personas atendidas: «Hay quienes presentan crisis emocionales o sociales y tienen problemas de soledad, aislamiento o dificultad para relacionarse». Esto demuestra, según Sara Bote, que el suicidio es «algo que cualquier persona puede plantearse a lo largo de su vida».
«Después del suicidio empieza un proceso para reconstruir la vida»
Para José Cabrera «la persona que está al otro lado del teléfono contribuye a que quien habla se alivie y abra la mirada». El proceso de ayuda para una persona que presenta tentativas suicidas comienza con primeros auxilios psicológicos. A partir de ahí, «se remite a otras entidades con atención especializada», expone Cabrera.
El profesional matiza que los casos de emergencia como, por ejemplo, personas con ideación suicida que se encuentran en una crisis, «se remiten al 112 o, directamente, se activa desde la organización», pero siempre «se inicia un proceso de acompañamiento».
En Volver a Vivir, que centra su atención en el duelo de las familias, se hacen valoraciones individuales. Cuando alguien no puede ir a un grupo porque «no puede escuchar otras experiencias y necesita desahogarse en un enfoque más íntimo», se realizan distintas terapias psicológicas. Sin embargo, la profesional reconoce que «no hay especialistas que hagan un seguimiento o acompañen en el proceso durante el que te planteas el suicidio como una opción».
En palabras de Sara Bote, «es importante aportar el punto de vista de lo que queda después del suicidio porque es una de las peores cosas que le puede tocar a una persona». Bote apuesta por la formación del profesorado, profesionales de la medicina… porque después de un suicidio «hay consecuencias psicológicas. Las familias se desmoronan y empieza un proceso para reconstruir la vida».
«Cuando alguien se plantea quitarse la vida no es necesariamente por un problema de salud mental»
Tras reflexionar acerca de lo que hay detrás de la conducta o ideación suicida, la presidenta de Volver a Vivir recalca que «es importante desligar el suicidio de la salud mental». Si alguien se plantea quitarse la vida «puede que sea porque tenga complicaciones en un momento determinado o enfrenta situaciones duras y limitantes, pero no tiene que tener una depresión».
Aunque, tal y como expresa Cabrera «queda camino por recorrer», en Canarias se ha diseñado un Programa de Prevención de la Conducta Suicida, que forma parte del Plan de Salud Mental 2019-2023. «Hay personas que están comprometidas, pero es necesario hacerlo viable», asevera Bote, pues se necesita «el personal sanitario suficiente para llevarlo a cabo».
José Cabrera subraya que Canarias es una de las pocas comunidades autónomas con un plan de este tipo: «Ha sido un paso considerable que implanta las primeras medidas sanitarias como, por ejemplo, la incorporación de profesionales de la Psicología Clínica a la atención primaria», un espacio donde se concentra el mayor número de casos.
«Hay una franja de población que se queda sin recibir atención psicológica adecuada», denuncia Cabrera. Bote coincide: «Si hubiese suficiente implicación, el camino sería más rápido». Asimismo, recuerda que los casos de suicidio «al ser menos llamativos, no llenan portadas de periódicos porque no hace falta que pase algo dramático para que ocurran». Pese a que los casos son más comunes en el día a día, «no hay un volumen de profesionales para atenderlos».
«¿Y si no estamos educando a la juventud para afrontar las dificultades?»
La juventud, ahora, es un sector poblacional que convive con el riesgo de tener tentativas suicidas. El aislamiento y la soledad se posicionan como algunos de los factores que se esconden detrás de esta conducta. «La soledad es determinante en personas muy mayores, pero también en las muy jóvenes», cuenta Cabrera.
El psicólogo afirma que, pese a la hiperconexión que establecen las redes sociales, «la sensación de pertenencia es importante para no transitar de la ideación suicida a la crisis y a la conducta». Bote reflexiona acerca del papel de la educación: «¿Y si no estamos educando a la juventud para afrontar las dificultades?»
El principal problema, según la presidenta de Volver a Vivir, es que «la realidad social ya no es la misma y las personas adultas no pueden guiar a la juventud en algo que no conocen». Además, la experta denuncia que «las listas de espera dificultan el trabajo». La realidad es que cuando una persona se plantea acabar con su vida «no es con vistas a un año».
Desde la asociación Teléfono de la Esperanza han luchado para que se implante de manera efectiva un Plan Estatal de Prevención del Suicidio, algo que reconocen como «urgente» y que, en España, nunca llegó. «No se ha dado la voluntad política para poner de acuerdo a todas las comunidades y conectarlas en la misma dirección», opina Cabrera.
«Los medios iniciaron el camino y, ahora, tienen una gran responsabilidad»
Sara Bote agradece tener «la humildad de saber que ningún ser humano está libre de sentirse mal» y afirma que «eso es una liberación para quien ya se siente de esta forma». Destaca la importancia de avanzar, a pesar de cualquier pensamiento negativo, y recomienda «dar siempre la voz de alarma».
La sociedad, para la psicóloga, debe avanzar de la mano de la reflexión: «Es importante pensar en lo que queda después, pero lo que buscamos es aliviar el sufrimiento humano». Bote subraya el ejercicio de los medios de comunicación que «iniciaron el camino para que se empezase a hablar del suicidio y, ahora, tienen una gran responsabilidad».
A lo largo del camino, en Volver a Vivir Sara Bote aprendió que «no querer seguir viviendo no es lo mismo que querer morir». José Cabrera, en Teléfono de la Esperanza, se dio cuenta de «lo importante que es conectar con la gente» porque aunque el suicidio puede ser un tema que asusta, la solución «no está en minimizar los problemas de otras personas o recetar alternativas rápidas. La solución está en entender la experiencia ajena desde una posición de respeto».