«Se debe estar muy seguro de que todos los componentes funcionan bien en caso de que ocurra alguna inconveniencia»
Gaia Fiorina y Álvaro Rodríguez son parte del amplio equipo multidisciplinar de Teidesat, en el que colabora la Universidad de La Laguna, que se encarga del diseño y la construcción del satélite Teidesat-I, cuyo objetivo es realizar un experimento de comunicación óptica en el espectro visible. Otra de las metas del proyecto es estudiar el impacto de la contaminación lumínica de los satélites en la observación del cielo nocturno y otros objetos espaciales.
Ambos explican que el proyecto empezó como una asociación de estudiantes que mostraron interés y decidieron participar. Es así como la idea reunió a un amplio grupo de colaboradores provenientes de distintos ámbitos. Rodríguez también comenta que, desde el nacimiento de esta iniciativa en el año 2017, han participado unas 93 personas con 35 en activo en la actualidad. Todas ellas han colaborado en los distintos procesos de planificación, diseño, construcción e integración. Se está trabajando para conseguir que el lanzamiento sea en el año 2025.
El satélite busca experimentar con las comunicaciones ópticas mediante la luz que es perceptible por el ojo humano, lo que es posible mediante los potentes LEDS que están en la parte inferior. Una vez en órbita, un receptor detectará si la luz está encendida o apagada. De esta manera, se envía información en forma de ceros y unos.
El objetivo científico, según comenta Carraro, es la investigación de los efectos de la contaminación lumínica provocada por los propios satélites que se encuentran en órbita. La cantidad de estos objetos afecta a la observación del cielo nocturno y de los cuerpos celestes que no emiten luz propia, como los asteroides. La mejor manera de ver estos últimos es mediante el reflejo de la luz solar sobre estos, como ocurre con la luna. Sin embargo, como los satélites también son capaces de reflejar la luz de la estrella, esto se hace más difícil.
El proceso de montaje sigue un proceso en el que se elaboran dos prototipos. El primer modelo es esencial para asegurarse de que todas las piezas encajan como es debido. Después se pasa a la integración de los componentes reales en el segundo prototipo, como los paneles solares, los LEDS y los ordenadores. Según aseguró Rodríguez, antes de trabajar con las piezas finales, se imprimen las partes usando plástico para verificar que todas encajan como corresponde. Además, en esta fase se llevan a cabo las labores de optimización y corrección de errores.
El satélite debe cumplir una serie de medidas antes de ser puesto en órbita. Por esta razón, es necesario que siga un modelo normalizado, el estándar CubeSat. Además, hay que tener en cuenta los peligros más comunes a los que el satélite va a tener que hacer frente, como las temperaturas extremas, el vacío del espacio, la radiación y los fallos humanos que pudieran existir. Esto es muy importante porque, según explica Rodríguez, el satélite no va a volver a la tierra en ningún momento, ninguna persona va a poder desplazarse y ver qué es lo que está fallando. «Se debe estar muy seguro de que todos los componentes funcionan bien en caso de que ocurra alguna inconveniencia», señaló.