El hecho de habitar en una isla implica tener a disposición territorio muy limitado para sostener el bienestar de la sociedad y la economía. Además, el 48 % de la superficie de Tenerife está protegida y esto nos deja con un reducido margen para satisfacer todas las necesidades de la población. Teniendo en cuenta que tres cuartas partes de la actividad económica en Canarias proviene del Sector Terciario y anualmente alojamos a más de cinco millones de turistas, debemos ser exigentes con las prestaciones que ofrecemos. Pero nos olvidamos de la verdadera belleza de nuestra tierra: sus asombrosos paisajes y la fauna y flora autóctona.
En los años setenta se diseñó un modelo (Plan insular de Doxiadis Ibérica) de desarrollo de las Islas enfocado en la construcción de infraestructuras para la acogida del turismo internacional. A día de hoy, este plan se ha cumplido a la perfección, no obstante, se sigue apostando por una ideología de hace cincuenta años. Playas artificiales, grandes centros comerciales o una cantidad descabellada de hoteles son solo unos ejemplos de acciones que ponen en riesgo la salud del Archipiélago y perjudican el verdadero proyecto de la actualidad: la conservación del espacio natural canario.
«No se salva ni el icónico Pico del Teide»
El biólogo marino y divulgador Pablo Martín creó un gran impacto en las redes sociales cuando recientemente presentó este tema. Datos extraídos de la charla Nuestra huella en el territorio, celebrada el pasado 16 de marzo en la Universidad de La Laguna, confirman que Canarias necesitaría 27 veces su territorio para cumplir con los recursos que demanda la sobrepoblación. De hecho, si a día de hoy solo dependiéramos de los recursos que generamos en las Islas, aguantaríamos no más de trece días. No se salva ni el icónico Pico del Teide, que sufrió programas de extracción de azufre en el siglo XIX.
La tendencia de las últimas décadas ha sido prevalerse al máximo de todo lo que ofrece nuestro ecosistema, con el fin de convertirlo en un negocio para disfrute de quienes nos visitan. A ello se suma la corrupción en algunos municipios y el resultado que obtenemos nos demuestra que, de seguir a este ritmo, la Isla acabará colapsando por no poder sostener tantos proyectos destructivos.
Canarias, a parte de ser un territorio turístico muy atractivo, es hogar de más de dos millones de habitantes. En 2019 se declaró la emergencia climática pero no fue suficiente para frenar la destrucción de la biodiversidad. Se ha perdido casi el 90 % de los peces en los últimos cuarenta años, las aguas residuales se vierten al océano sin ningún tipo de control y numerosos macroproyectos están siendo revisados para su aprobación. ¿Cuándo se aprobarán leyes para la preservación de nuestro patrimonio natural?
El estado de conservación de nuestra diversidad biológica es pobre, y cada año va a peor. «Si seguimos dando la espalda a los beneficios que aporta la protección de nuestra naturaleza, no tendremos isla en la que vivir», declara Pablo Martín en su última publicación.