Juan Capafons es catedrático de Psicología, docente e investigador de la Universidad de La Laguna. Además, es miembro del Consejo del Gobierno y exdecano de la Facultad de Psicología. Lleva treinta años dentro de la enseñanza universitaria, así como de la investigación en el campo de las Ciencias del Comportamiento Humano. Actualmente dirige el Programa de Intervención Desenrédate, uso responsable y saludable de las nuevas tecnologías, con el que se está evaluando el uso abusivo y la adicción al teléfono móvil entre los adolescentes canarios.
¿Cómo surge la adicción al móvil? «Estamos justo en un período de tránsito porque es todo tan nuevo y reciente que nos ha pillado por sorpresa a todos: psicólogos, sociólogos y pediatras. Es un tema que tenemos que seguir trabajando para que cada vez tengamos más información. Lo primero que tenemos que decir es que antes separábamos internet, móvil, videojuegos y vídeo-apuestas, pero hoy en día Internet es casi indistinguible. Es decir, una persona que está conectada al móvil está conectada con el exterior a través del WhatsApp, Instagram, Twitter, Facebook…».
¿Y cómo se identifica? «Cuando una persona tiene una adicción al móvil lo que tiene es adicción a todo lo que significa la Red y los contextos sociales. No es fácil de identificar porque casi siempre buscamos criterios que sean muy claros y definitorios: más de tres horas conectados al móvil, más de diez mensajes al minuto… Aunque estas medidas nos indican poco, son orientativas. Cuando uno pasa mucho tiempo seguido con algo, algo está ocurriendo. El salto empieza cuando ya se es esclavo de las redes. Ya no conduces tu vida, no gobiernas tu comportamiento».
Hablamos de dependencia… «Efectivamente. Luego hay otro factor que es el Efecto Tolerancia. Es decir, antes, diez minutos me satisfacían, ahora estoy veinte y me saben a poco, y al cabo de un mes estaré cuarenta y cada vez más y más. Pasa exactamente igual con los fármacos. Cada vez necesitas más dosis para obtener el mismo resultado».
«La angustia, la ansiedad y la preocupación son síntomas claros»
¿Qué síntomas manifiestan aquellos que no encuentran su teléfono móvil, siendo personas que viven pendientes de él? «Angustia, ansiedad, tensión o preocupación constante. Los adictos al móvil dejan de dedicar tiempo a sus obligaciones para estar conectados al móvil y atender lo virtual antes que lo real. Por ejemplo, aquel que está en una comida y no está haciendo ningún caso a lo que está ocurriendo. Su mundo empieza a desaparecer y a concentrarse solo en el móvil. Esto ya genera problemas en el contexto social. Algunos llegan a ser muy graves, como las apuestas por internet».
Parece evidente, entonces, que el rendimiento escolar o la salud pueden verse afectadas… «Mucho. Gracias a un programa que empezamos con el Cabildo de Tenerife y ahora llevamos con la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Canarias, hemos entrevistado a más de seis mil jóvenes entre 12 y 17 años. Hablamos, con datos en la mano, que cerca de un 8 % de chicos y chicas tiene una profunda dependencia, la cual está afectando clara y directamente a su rendimiento académico y a otros órdenes de la vida. Es el caso, del sexting, el gruming o el cíber-acoso».
Algunos psicólogos no clasifican esta adicción como enfermedad ni como una adicción, sino como un «enganche al móvil». ¿Qué opina al respecto? «Este es un debate muy antiguo. El modelo médico está muy bien para las enfermedades físicas pero no se adapta del todo al modelo psicológico aplicado a los trastornos. Yo creo que hay que hablar más de trastorno que de enfermedad. Necesitamos a personas activas, convencidas de que pueden mejorar y también de que tienen que hacerlo, ya que ese es el primer elemento de cambio. En este sentido, el componente pasivo que implica enfermedad juega en contra. Por eso hablamos de trastorno».
«Hablamos de un profundo deterioro y pulverización de determinadas vidas»
¿Tiene el mismo nivel de gravedad este tipo de adicción a la que se da, por ejemplo, con el alcohol o las drogas? «Sí, es igual. Y nos tenemos que concienciar. No podemos tomarlo a broma. Estamos hablando de un profundo deterioro y pulverización de determinadas vidas. Personas que quedan destrozadas porque se sienten incapaces de salir de ese agujero. Luego hay un sector amplio que no tiene esa patología y de lo que se trata es de que aprendan, de una manera segura, a emplear estas nuevas tecnologías».
¿Existe alguna terapia que ayude a superar la adicción al móvil? «Claro que sí. Todos los trastornos que están relacionados con las adicciones tienen protocolos bien establecidos para superarlos. Es importante saber que se puede contar con la persona y con su fuerza de voluntad, por eso la etiqueta de enfermo en muchas ocasiones no nos ayuda, porque hay que arrancar con la decisión de ‘quiero salir de aquí’. Esto pasa en muchos trastornos de la misma índole: ‘Quiero dejar de apostar’, ‘quiero dejar de consumir cocaína’, ‘quiero dejar de…’. Es una decisión personal. Pero cuando una persona toma esta decisión, hay herramientas y hay buenos profesionales que ayudan a pasar la travesía del desierto. Es una situación de cuatro, cinco o seis meses, que pueden ser muy desagradables. Después, las personas que superan este trastorno se sienten libres, se quitan una mochila muy pesada».
¿Qué medidas se podrían aportar de cara a la prevención? «Cuanto más abajo trabajes se conseguirán mejores resultados. Estamos trabajando con niños de 12, 13 y 14 años, pero ya nos estamos planteando seguir el ejemplo de ciertos países que lo hacen con edades menores. Cuanto más bajemos en la edad y hagamos trabajos de concienciación y prevención, estoy seguro de que habrá un ahorro enorme de personas con problemas».