Aunque sea complejo estimar el impacto de la actividad humana en el medioambiente, las personas especializadas en la materia no dejan de lanzar advertencias sobre los desastres ecológicos que se aproximan. Es el caso de Cintia Hernández, investigadora del Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias, y profesora de la ULL, que participará como ponente en el curso de extensión universitaria El plástico: consecuencias de un uso no sostenible, que se celebrará hoy, 6 de septiembre, de forma telemática.
La sostenibilidad y el consumo responsable son términos cada vez más influyentes en la sociedad, pues ocupan un lugar protagónico en las agendas de empresas e instituciones. Por este motivo, en este curso se resaltará el papel del ser humano como motor de cambio en la gestión de residuos. A su vez, Hernández tratará de inculcar a su público la idea de convertir dicho material en un recurso más, ya que considera necesario eliminar los prejuicios contra el plástico puesto que aporta unos beneficios desapercibidos para todos: ligereza, contención de líquidos o, desde el campo científico, no presentar organismos patógenos en su superficie.
Reducir, reciclar, reutilizar, repensar y reintroducir
Asimismo, la docente subraya la necesidad de sustituir el ciclo lineal, usar y tirar, por el proceso circular, que consiste en otorgarle un valor al plástico. Su puesta en marcha integra a las personas en una vida más saludable y beneficiosa para el medio ambiente.
No obstante, su uso imprudente puede causar grandes estragos en los ecosistemas. De hecho, las últimas observaciones realizadas por Hernández concluyen que el mar no entiende de fronteras, y El Hierro es el mejor ejemplo de ello. A pesar de ser la segunda isla menos poblada de Canarias, y la más concienciada con el consumo sostenible, sus playas sufren la marea del microplástico.
En gran proporción, se encuentran ‘pellets’, una clase de microplásticos primarios, que son fundamentales para la producción y fabricación de otros materiales. Su procedencia es clara: el transporte marítimo, la pérdida de contenedores y las fábricas externas a la isla.
Sin lugar a dudas, el evento está diseñado para persuadir a quienes pretendan redefinir sus hábitos y costumbres. Así, la investigadora invita a la autorreflexión con una pregunta: «Cuando muera, ¿Qué altura tendría la montaña de residuos que generé a lo largo de mi vida?».
