La literatura es un campo en el que se ve reflejada la creatividad y capacidad humana para transformar su realidad a través de las palabras. Es un instrumento que nos permite, como raza, ordenar ideas, pensamientos, ensoñaciones y sentimientos, dándose a lo largo de los años el nacimiento de múltiples disciplinas. En el arte de escribir, la novela es la que más se ha señalado a la hora de otorgar prestigio a un autor. No obstante, el relato esconde una complejidad que pocas manos maestras, como las de Edgar Allan Poe o Borges, han sabido tejer para alcanzar el estatus que merece. Ese es el caso de Tonio Kröger, del escritor alemán Thomas Mann.
El hilo conductor de la historia es la vida de Tonio Kröger, un burgués alemán al que acompañaremos desde su infancia hasta su vejez, siendo testigos de los episodios que marcaran su personalidad. Es interesante como construye la trama Thomas Mann, dividiéndola en capítulos cortos en los que resume las diferentes etapas del protagonista. A diferencia de otros relatos más tradicionales, el escritor no tiene problema en ir dando saltos en el tiempo, sin que por ello se sienta que nos falta información o que la historia quedé inconexa con el resto de sucesos.
El punto fuerte del autor de La montaña mágica es, como ha demostrado en sus obras, la capacidad que tiene para describir la psicología de los personajes y su interacción con el entorno que los rodea. Esta complicada tarea no es baladí, pues sabe dotar de la importancia que requiere cada detalle, haciéndonos sentir dentro de la acción y dando un enfoque al relato que, si solamente se centrara en contar la historia, seguramente nos dejaría una sensación distinta a la que nos otorga el resultado final.
Tonio Kröger padece el mal de ser poeta de nacimiento en un círculo dónde no saben apreciarlo. La incomprensión sufrida en su niñez es algo que le perseguirá durante toda su vida, aunque consiga el reconocimiento literario con el tiempo, dando forma a un burgués insatisfecho con su existencia, pues es preso de su inteligencia y de su sensibilidad al mundo. Podemos apreciar estos rasgos en el siguiente fragmento:
El hecho de que Tonio poseyera un cuaderno de poesías compuestas por él, llegó a conocerse por su propia culpa y le perjudicó un poco entre sus compañeros de clase y profesores. Por una parte, al hijo del cónsul Kröger le parecía tonto y vulgar escandalizarse por una cosa así, y despreciaba tanto sus compañeros como a sus profesores… Por otra parte, sin embargo, él mismo consideraba como algo disoluto y, a decir verdad, extravagante componer versos, y, en cierto modo, se veía obligado a dar la razón a todos aquellos que lo tenían por una ocupación inadecuada.
Las relaciones que mantiene con diferentes personajes en distintos momentos de su existencia suman un punto de interés a los acontecimientos. La más importante de ellas es con Lisaveta Ivanovna, amiga y confidente que, tras una extensa conversación, hace recapacitar al protagonista sobre su actual estado, lo que propiciará un viaje hacia su ciudad natal para reencontrarse por primera vez desde su niñez.
-¿Ha terminado ya, Tonio Kröger?
-No, pero no voy a hablar más.
–Ya ha hablado bastante… ¿Espera usted respuesta?
-¿Tiene usted alguna?
-Creo que sí… Le he estado escuchando con atención, Tonio, desde el principio hasta el fin, y quiero darle la respuesta que merece todo lo que ha estado diciendo esta tarde y que soluciona el problema que tanto le ha preocupado . Pues bien…, la solución es que usted, tal y como está ahí sentado, es simple y llanamente un burgués.
En definitiva, un falso relato autobiográfico sin muchos giros ni sobresaltos pero que, gracias a las excelentes dotes de Thomas Mann como narrador, tanto desde el punto narrativo y de construcción de dialogos; como de creador de perfiles psicológicos, le otorga un cariz fascinante que recomiendo encarecidamente a aquellos lectores que les guste reflexionar sobre la creación artística y las personas que la practican.