Algo malo está pasando, tu corazón se acelera, comienzan las palpitaciones, se te cierra la garganta y no puedes respirar. Esto no es normal, estas perdiendo el control, te ahogas e intentas respirar cada vez más rápido, cada vez más fuerte, pero no funciona. Hiperventilas, te mareas y solo piensas en como tu cuerpo te esta dominando, te está ganando. Sin embargo, no te estas muriendo, ni te va a dar un infarto, te está dando un ataque de ansiedad. Cabe destacar que cada persona tiene síntomas diferentes, lo vive de una manera diferente y siente de forma diferente. Lo que se debería aclarar hoy en día, es que la ansiedad, no es estrés.
Es común que estos dos términos se usen como sinónimos ya que están relacionados. Sin embargo, son dos cosas distintas. Existen diferentes tipos de estrés (estrés crónico, estrés laboral, estrés agudo, etcétera) y distintos trastornos de ansiedad (TOC, trastorno de ansiedad generalizada, ataque de pánico, etc.).
Originariamente la ansiedad es una respuesta que tiene nuestro organismo frente a una amenaza; el cuerpo reacciona a través de una serie de mecanismos para que tengamos un mayor porcentaje de supervivencia. Aquí seria normal tener pánico pues es una respuesta que tiene el cuerpo ante una situación real de peligro. Se convierte en un trastorno cuando se presenta con una intensidad desproporcionada o ante situaciones que no deberían desencadenarla, es decir cuando un peligro no es real.
¨Es posible reducir el estrés con la eliminación del estimulo que lo provoca¨
En cambio, el estrés es un fenómeno que ocurre porque la persona no posee (o piensa que no posee) las habilidades, las capacidades o el tiempo necesario para afrontar una situación concreta. Es posible reducir el estrés con la eliminación del estímulo que lo provoca. Por ejemplo, cuando alguien se siente estresado porque no ha gestionado bien su tiempo y se le acumula el trabajo antes de un examen. Una vez que el examen pasa, la persona puede volver a la normalidad. En resumen, el estrés pasa cuando esa situación que lo estaba provocando termina sin embargo, la ansiedad no. Ya que el estrés es fruto de factores externos y la ansiedad de factores emocionales.
Podemos relacionarlas cuando hay una respuesta emocional frente al estrés, que continúa después de que un factor estresante haya desaparecido. Por ejemplo, cuando se acerca un examen en el que alguien se juega mucho. Por un lado está el estrés de la situación y la sobrecarga de trabajo, pero por otro está la preocupación de jugarse todo el curso en un examen. Esta ansiedad puede hacer que la persona tenga dificultades para dormir durante esa época, pensando en sí logrará superar o no el examen. Si no aprueba el examen, seguramente la ansiedad se apodere de la persona, pero la carga de trabajo habrá disminuido y por tanto el individuo no estará estresado.
¨Podríamos decir que la ansiedad es el miedo al miedo»
La ansiedad y la depresión son los trastornos mentales de este siglo. Según la OMS un 20 % de la población mundial podría sufrir un trastorno de ansiedad y como no hay recursos ni psicólogos públicos para tratar esto se recurre a la farmacología, lo cual no es una solución ya que si no se acompaña de psicoterapia lo que se esta haciendo es poner un parche sobre un problema real y convertir a la gente en dependientes de los fármacos.
Podríamos decir que la ansiedad es el miedo al miedo. Es decir cuando comienzas a sentir los síntomas físicos de un ataque de pánico este se intensifica por el miedo de lo que te está sucediendo. La mayoría de gente tiene la sensación de que le esta dando un infarto. Esto provoca que finalmente tengas miedo a experimentarlo otra vez.
La desinformación que hay sobre este tema provoca que se relativice y se piense que la principal solución sea relajarse, o que la persona que lo sufre esta exagerando o que es simplemente pasajero. Y no lo es, es un problema real que tiene que ser tratado por especialistas. Un estudio internacional muestra que solo el 10 % de las personas con trastornos de ansiedad recibe el tratamiento adecuado. Esto nos puede indicar la poca conciencia que hay sobre los trastornos mentales en la sociedad actual.