El impacto del coronavirus ha supuesto la apertura de múltiples debates en torno a la gestión y la eficiencia de los servicios sanitarios públicos. Los sectores más estatistas están aprovechando esta crisis para reclamar con insistencia una mayor inversión y, así, reforzar su discurso de aumentar aún más el gasto público. Como si no fuera suficiente con que el Estado administre anualmente el 42 % de la riqueza nacional. Lo cierto es que una mayor inversión tampoco habría sido capaz de afrontar semejante expansión. Lo único realmente eficaz habría sido tomar medidas preventivas para evitarla.
La realidad es que ni siquiera con el acuerdo presupuestario de PSOE y Unidas Podemos del año 2018, que no cumplía con el objetivo marcado por la UE de control del déficit, se hubiera solucionado. No es posible gastar más en sanidad sin obligatoriamente recortar otras partidas. Además, ningunos Presupuestos Generales del Estado invierten en ella como si se enfrentaran constantemente a pandemias. No se puede despilfarrar aún más el dinero del contribuyente. La clave está en gestionar eficientemente los recursos. Por tanto, no en aumentar el presupuesto anual, sino en poseer unas cuentas saneadas, capaces de afrontar adquisiciones extraordinarias de material sanitario en momentos puntuales como el actual. Precisamente esto es en lo que el Gobierno de España falló, en prepararse para la potencial pandemia que amenazaba a la nación.
Es una falacia que los problemas para combatir el COVID-19 se deban a que no se invierta suficiente. Cuando sus efectos había que paliarlos actuando previamente para impedir que colapsara el sistema sanitario y no solucionando con posterioridad sus devastadores efectos. «Teníamos dos opciones, anticipar el proceso que iba a suponer el coronavirus, seguir la línea marcada por Japón, Corea del Sur, Singapur… o podías hacer como España, una inacción absoluta que tenía el riesgo de alcanzar altos picos y asumir que desgraciadamente miles de personas van a fallecer», explica el economista y escritor Jano García, El libre pensador, en su canal de Youtube.
Su capacidad es limitada e incapaz de afrontar este pico de contagios. Y España es, actualmente, el país con la mayor tasa de infección por número de habitantes del Mundo.
Más no siempre es mejor
También es interesante comparar la respuesta de otros países a la pandemia con respecto a su nivel de gasto en sanidad. Esto nos permite ver, como ya adelantaba, que no han sido más duramente castigadas las naciones que invierten menos en ella, sino las que peor se prepararon.
Usemos de ejemplo la impecable gestión del gobierno surcoreano. Ante las primeras decenas de positivos se alertó a la población de que se enfrentaban a una «crisis sin precedentes». Se instó a todos sus ciudadanos a no salir de sus viviendas y a usar permanentemente mascarillas, inmediatamente se pusieron en marcha una campaña de test masivos a toda la población. A día de hoy apenas 200 muertos y 10 000 contagios. Algunos lo llaman «el milagro coreano», yo prefiero «la responsabilidad gubernamental coreana». El gasto público sobre el PIB de Corea del Sur en 2018 es de un 4,84 %.
En las antípodas se encuentra Estados Unidos. La administración Trump ha protagonizado un pésimo manejo de la crisis. En multitud de ocasiones desoyó las alertas de los organismos internacionales, e incluso vistas las desastrosas consecuencias que tenía la inacción en otros países, no se llevó a cabo a tiempo un plan nacional de contingencia. Consecuencias: 13 000 fallecidos y 400 000 diagnosticados. En contraposición con la extendida creencia popular, Estados Unidos invierte gran cantidad de recursos en sanidad pública, pero su eficiencia es nefasta. Su inversión es del 14,32 % sobre el PIB en cifras del 2018.
En cuanto a inacción, el manejo de la situación por parte del Gobierno español nada tiene que envidiar a Estados Unidos. El día 6 de marzo había 365 casos de positivos registrados en coronavirus. Los días 7 y 8 de marzo el Ministerio de Sanidad, misteriosamente, no ofreció nuevos datos. El día 9 ya se contabilizaron 1204. El 15 de marzo España por fin movió ficha y declaró el estado de alarma, en aquel momento, ya había 7753 contagios oficiales (Datos del Ministerio recogidos por RTVE).
Un sistema insostenible en el largo plazo
En conclusión, la pandemia en lugar de venir a demostrar que es necesario invertir más, se ha comprobado que tiene sus limitaciones. No solo la de España, sino la de todos los que forman el gran consenso socialdemócrata.
La sanidad pública ha visto aumentados sus costes hasta duplicarse en apenas una década. Como consecuencia del envejecimiento de la población y la demanda de las nuevas tecnologías sanitarias esta tendencia seguirá imparable en el largo plazo. Por tanto, no solo no podemos costear un sistema que esté preparado para enfrentarnos a catástrofes que se repiten una vez en cada siglo, sino que perpetuarlo de esta manera será muy difícil en el futuro. Un problema que, al estilo del quebrado sistema público de pensiones, por darle la espalda no desaparecerá.