La docente explica la relevancia del latín en la actualidad. Foto: C. Fernández

“No podemos seguir anclados en el pasado si queremos sobrevivir”

Artes y Humanidades

Elvira Carolina Real Torres, profesora titular de Filología Latina en La Universidad La Laguna, lleva impartiendo esta especialidad desde que comenzó en el ámbito de la docencia en 1988. Su idea era estudiar filología inglesa, pero asegura, con ojos llenos de añoranza y devoción, que su vocación evolucionó drásticamente gracias a un profesor que la conmocionó para el resto de su vida. Narra, con la pasión a flor de piel, que lo que más disfrutó de su carrera es descubrir el mundo de la mitología, la literatura y la cultura.

Al igual que le sucedió a ella, avala que el profesorado es indispensable para las asignaturas de humanidades: “La gente estudia latín porque descubren en algún momento algo que les cautiva. Casi todo el mundo contesta algo similar: hubo algún profesor que me enseñó algo más allá de la gramática”.

No obstante, las carreras enfocadas a Humanidades tienen muchos prejuicios detrás. El mayor reto al que se enfrentan, según Torres, es a las dificultades administrativas. Esto se debe a que tienen la presión constante de que las lenguas clásicas tienden a desaparecer, ya que pertenecen a carreras minoritarias. Rebate, sin embargo, que esto lo emplean como ventaja, pues tener menos alumnos les permite una enseñanza más personalizada que no sería posible en otras carreras, como en Filología Inglesa.

Defiende la capacidad del latín de adaptarse a la sociedad actual basándose en las tecnologías, pues siente que estas revitalizan sus estudios y aportan soportes para una enseñanza más dinámica. También destaca la adaptación del lenguaje inclusivo a sus clases, pues asegura que el habla es un vehículo de enseñanza donde «si empezamos a cuidar este aspecto, nuestros alumnos, futuros profesores, también lo harán. Con esto, se educará en un futuro desde la escuela, que sería lo idóneo”.

El latín condenado por los docentes


No duda en destacar la relevancia del idioma indoeuropeo achacando a que la lengua depende de esta disciplina. No hablamos un latín puro porque se ha contaminado a lo largo de los años, aclara, pero sí uno evolucionado. Argumenta que es una base lingüística y cultural que ayuda a la redacción y estilo de escritura. Analiza la singularidad de acercarse a la historia o al pasado literario desde la perspectiva del lenguaje y no de las traducciones, pues este “abre la mente y ordena los conocimientos”.

Hay diversos conceptos en esta lengua, como la retórica, aplicables desde su surgimiento hasta la actualidad. Un ejemplo de esto es la retórica entendida como el arte de hablar. Explica cómo un sujeto no se limita a hablar correctamente, sino que posee la capacidad de convencer a los receptores de sus ideas, tal y como hacía el filósofo clásico Cicerón antaño. Esta teoría se relaciona directamente con la política y publicidad actual, desde convencer a un sujeto para que adquiera un producto hasta para que lo haga con una idea.

La profesora condena terminantemente a la enseñanza como enemiga del latín. Argumenta que los docentes se acomodan a la forma tradicional y que no están dispuestos a innovar por su propio bienestar. Otra desventaja, añade, es que están arraigados a los planes de estudios: impartir ciertas materias y contenidos para los exámenes. Debido a esto, expresa no sin cierta pesadumbre, olvidan que el latín no son solo declinaciones y gramática.

Torres ilustra cómo los estudios de las mujeres han comenzado a florecer recientemente, pues el aprendizaje de estas es una historia viva: “Los problemas a los que se enfrentaba la mujer, por ejemplo, en Grecia o Roma, son casi los mismos que se enfrenta la mujer de hoy. Pues todos los factores que afectaban a este género en la antigüedad tienen correspondencia con la actualidad, casi en treinta siglos se siguen repitiendo muchos cánones”.

Mujeres relegadas de la historia


«Nosotros conocemos la historia a través de texto y arte», comenta. Cabría plantearse, teniendo en cuenta esto, quiénes eran los autores. Debido a que las mujeres tenían prohibido la expresión y divulgación del arte no llegaban a tener fama y repercusión. Por ello, los creadores que tienen mayor resonancia son varones, lo que realmente ofrece una imagen distorsionada de lo que fue la realidad hace siglos.

Al igual que expertas en otras disciplinas, como Margarita Vázquez, vicedecana de la Facultad de Humanidades, Torres denuncia no haber estudiado ninguna artista durante su carrera de Latín. Garantiza haber descubierto que había escritoras relacionadas con la materia muchísimos años después del grado. Achaca esto a la incesante invisibilidad que hostiga a las mujeres. Concluye esta reflexión con un fuerte atisbo de esperanza. “Pero para eso estamos nosotras aquí, para sacarlas a la luz”, subraya.

No cesa aquí su mensaje reivindicativo. Clama que lo que más urge cambiar, según su perspectiva, es el enfoque que tienen las asignaturas: se deben adaptar a la nueva realidad ya que los estudiantes aprenden, exigen y se motivan con factores distintos. Justifica que no es plausible tener en la actualidad el mismo plan de estudios que desde hace diez años, pues los alumnos no tienen las mismas necesidades y, por ello, “no podemos seguir anclados en el pasado si queremos sobrevivir”.

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