«En mi corazón de lava
late un amor verdadero,
a mi patria canaria,
patria de nieve y de fuego»
(Copla canaria)
Canarias, paraíso de playas y clima subtropical. Caracterizada por el calor de su gente, el sabor de sus fiestas y una amplia carta gastronómica. Siete islas y cuatro islotes que conforman el orgullo de todos sus habitantes. Múltiples son las cosas que hacen especial a este Archipiélago, considerado uno de los principales destinos de turismo por parte de los extranjeros. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, porque aunque Aaron Gómez se marque un vídeo defendiendo esta cultura o aunque Darío de Palante Producciones recuerde que El mago conoce, parece ser que a los canarios aún hay algo que les avergüenza: el folclore.
Luisa Chico, escritora, profesora de danzas tradicionales canarias en la Escuela de Etnografía y Folclore de Santa Cruz de Tenerife y directora del cuerpo de baile de la Agrupación Farutes del Atlántico, y Félix Román Morales Díaz, presidente y fundador del grupo Amazig, autor de composiciones como Folías a mi padre, Isla del Trasiego, El Motín de Lanzarote o Malagueñas a La Elvira, y director y guionista del espectáculo musical – literario Tras un verde rayo fugaz, son dos personas apasionadas de esta tradición canaria. Con un gran currículum tras sus espaldas, ambos se han posicionado como dos personajes relevantes dentro de este mundo.
“El folclore es utilizado más como un espectáculo de entretenimiento para el visitante que como un intento de mostrar nuestra cultura”
Tanto para uno como para el otro, este se ha convertido en una pasión: “Para mí es ese sentimiento de apego a una determinada forma de entender la vida”, afirma Félix. Ambos opinan que en Canarias no se le da la suficiente importancia a esta disciplina, “sobre todo en aquellos lugares donde más debe tenerla como colegios u organismos institucionales”, apoya Luisa. Félix está convencido de que el problema radica en el entendimiento de estas tradiciones como un hecho festivo: “Para mayor desgracia, ante el fenómeno del turismo, el folclore es utilizado más como un espectáculo de entretenimiento para el visitante que como un intento de mostrar nuestra cultura”.
Esta situación, según Luisa, se ha desarrollado debido a la “inmensa dejadez de nuestros gobernantes al respecto. Esta opinión es compartida por ambos, ya que Félix asegura que fundamentar la educación en que las nuevas generaciones comprendan, entiendan y compartan los valores que nos identifican como pueblo es la clave para evitar su infravaloración.
No hay otra manera que concluir para estos dos amantes de las Islas que incitando a mejorar la formación. Para el compositor, la cultura popular endémica debe ser entendida como un elemento instructivo, vivo y dinámico de nuestra sociedad: “Un catalizador susceptible de asimilar nuevas aportaciones creativas que enriquezcan la cultura y, así entonces, este no tendrá fin”. Mientras que la docente, por su parte, recuerda que “el pueblo que no sabe cuidar sus raíces difícilmente verá crecer sus ramas”.
¿Una guitarra pequeña?
En la década de los noventa, José Antonio Ramos, Benito Cabrera y Miguel el Colorado se acercaron al Gobierno de Canarias con la propuesta de introducir el timple en el Conservatorio. Sin embargo, parece que en aquel momento el interés por este nuevo proyecto no existía. Hoy, en cambio, la voluntad y las ganas de que este instrumento forme parte de la lista se acrecienta. Y es que este, pequeño, tan frágil y con un sonido que endulza, tiene su historia.
Este cordófono con forma de pera y una caja de resonancia estrecha proviene de la guitarra barroca que fue introducida en Canarias después de la conquista española. Su pariente actual más parecido es el charango, órgano andino presente en el folclore de Bolivia, Perú o Argentina. En sus inicios, el apodado cariñosamente “camellito” era un instrumento de acompañamiento. Desde entonces, se ha ido convirtiendo en el icono musical por excelencia de esta comunidad, primero en las orientales y llegando en último lugar a La Gomera y El Hierro.
David Abraham Sánchez León es luthier, profesional que construye, ajusta y repara instrumentos de cuerda frotada y pulsada. Sin embargo, este artista es mucho más que eso. El sello distintivo de David Sánchez Luthier es cada vez más reconocido en el mundo de la música. No solo la calidad y el diseño son el eje del trabajo de este experto, también ha apostado por el desarrollo de los complementos necesarios para facilitar el trabajo del músico.
Este ganador de más de una docena de premios trabaja con grandes artistas como Benito Cabrera, Josele del Pino, Eduardo Nebot Sall o Juan Pablo Pérez López. El cuidado proceso de selección de maderas y una técnica fundamentada en la investigación forman los pilares que dan asiento a la construcción de este profesional.
Desde los 21 años, Sánchez comenzó a interesarse por el «camellito». Tras mucho trastear con la madera, cuando cumple los 22 y conoce a Francisco Fariña, maestro que sentó las bases de esta formación, inicia su andadura. Lo que empezó como una pasión, finalmente derivó en una vocación emocional: «Tras los años y el trabajo intenso pude dejar a un lado mi profesión de docente y decantarme por la de luthier».
La idea de crear instrumentos distintos con otros lenguajes más cercanos a la expresión artística que a la reproducción mecánica de piezas convirtió este hobbie en un trabajo. Para Sánchez, el timple significa una seña de identidad de todos los habitantes del territorio canario. No obstante, «para mí como artesano, es una forma de vida. Con él soy capaz de expresar mis motivaciones e inquietudes».
«Timple chiquito y querido
juguete de mi niñez,
amigo de juventud,
alegría de mi vejez»
(Copla canaria)
La reciente incorporación de la especialidad de Timple en los Conservatorios de Canarias ha provocado un sentimiento de alegría y esperanza para todos los componentes del mundo folclórico. Sánchez afirma «que ya era hora». La creciente evolución del instrumento y los instrumentistas demandaba de forma evidente su inclusión en la enseñanza reglada: «Creo que es una oportunidad para encuadrarlo en un marco institucional que contribuya a desarrollar cimientos para su evolución futura”. Las ventajas que suponen aprender a tocarlo es descubrir, según el luthier, un vehículo de expresión para manifestar sentimientos y desarrollar capacidades motoras y comunicativas que permiten el crecimiento personal de los que se acercan a él.
El artesano no duda en afirmar que «debemos conocer y acercarnos a nuestra cultura, rica en tradiciones y manifestaciones que se revelan sui generis en los diferentes territorios canarios». Para él, este es la mejor herramienta de fomento y conservación de nuestras costumbres populares para que estas perduren y se extiendan de generación en generación como fuente de conocimiento y sabiduría.