El proyecto Nunca Solo está integrado por 19 estudiantes de Enfermería de la ULL, bajo la mentoría de María Begoña Sánchez, profesora en el grado de Enfermería. Se trata de una iniciativa de voluntariado para acompañar y asesorar en hábitos de vida saludable a personas mayores en situación de soledad no deseada, que solo en Canarias ya son unas 71 000. También se llevan a cabo talleres, meriendas y otro tipo de encuentros. Sus primeras acciones comenzaron en julio de 2020 con quince personas, de las cuales doce continúan siendo beneficiarias, y ya cuentan con otras en las primeras fases de acercamiento a la espera de comenzar.
La iniciativa pertenece al programa Ingenia de la ULL para el emprendimiento, ligado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Nació con la intención de combatir los efectos de la soledad no deseada en persona mayores, entre los que se incluyen el deterioro psicológico, físico y cognitivo, una peor nutrición, el aislamiento o la obesidad. Además de los acompañamientos físicos, también se llevan a cabo acercamientos telefónicos e, incluso, por aplicaciones de mensajería para quienes lo prefieran.
Con los encuentros grupales se pretende crear una red de apoyo entre la gente con situaciones similares en el entorno más cercano. Los primeros contactos se realizan por teléfono, a través de los servicios de enfermería de Atención Primaria, la Asociación de Vecinos de Barrio Nuevo y la Cruz Roja, quienes localizan a las personas interesadas. En vistas a un aumento de personas voluntarias y usuarias, se planea una búsqueda de otras organizaciones para colaborar en el futuro.
Una problemática social
Más de 70 000 personas mayores en el Archipiélago se encuentran en situación de soledad. En parte, debido al cambio en las estructuras familiares y al aumento de la esperanza de vida. Eduardo González, voluntario e integrante del equipo promotor, explica que desde el planteamiento del proyecto querían trabajar con este sector de la población ya que consideran de suma importancia sus cuidados. «En el momento de sentarnos a evaluar qué problemas y necesidades tienen, la soledad aparecía como uno muy evidente y en el que podíamos actuar», comenta.
Algunos de los beneficios de su labor consisten en la mejora de la salud emocional, el aumento del contacto con el exterior, el mantenimiento de las capacidades cognitivas o la prevención de problemas de salud. El voluntariado recalca que la respuesta por parte de las personas que atienden es muy positiva, y que sienten mucho agradecimiento: «Lo que hizo que todo valiera la pena fue ver sus sonrisas y escuchar cómo hablan de que ha cambiado su vida». Por ello, aunque afirman que hay mucho trabajo y cambios de última hora, al final resulta muy gratificante para ambas partes.
La irrupción de la Covid-19 durante el planteamiento del proyecto supuso aplazar su comienzo y algunas personas mayores manifestaron su miedo ante la situación. «Llegamos a pensar que en esas circunstancias no era viable», añade González. No obstante, finalmente pudo salir adelante con la modificación de las actividades grupales para respetar los protocolos sanitarios. Incluso, se realizaron talleres para enseñar cómo hacer un correcto lavado de manos.