La Sección de Geografía e Historia dio comienzo ayer, martes 17, al seminario de especialización Las emociones en la historia: nuevos enfoques en historia contemporánea con la conferencia La experiencia emocional de la realidad: La crisis unamuniana de 1897 de José Javier Díaz Freire, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco. Este fue un encuentro organizado por el grupo de investigación Historia de la ciudadanía de la ULL que, con el apoyo del Vicerrectorado de Investigación y la Facultad de Humanidades, quiere dar a conocer “la cuestión categórica – metodológica de esta línea de investigación, además de dotarla de un nuevo enfoque teórico en su situación historiográfica”, tal y como comentó Inmaculada Blasco, docente del área.
Díaz Freire comenzó la ponencia con la lectura de un fragmento del Romance sonámbulo de Federico García Lorca, el cual lo relacionó con la composición poética de Walter Benjamin en Poesía y capitalismo. Resaltó el siguiente verso: “Las cosas le están mirando”. Esta fue la manera de ejemplificar qué significaría la “historia de las emociones” en la contemporaneidad, la cual representaría “el análisis de la relación entre los seres humanos y el mundo, dejando aparte el intelectivo”.
Adentrándose en el siglo XX, resaltó “el mundo desencantado que se refleja a partir de los años 20, ya que el estado de las personas cambia en función del tiempo”. De esta manera, “se modifican los parámetros de espacio y tiempo, lo cual nos lleva directamente a la Modernidad”. La aceleración científica, comunicativa, de transportes y, hoy en día, “las redes sociales, donde el espacio y el tiempo quedan quebrados puesto que es casi instantáneo y simultáneo el contacto que ejerces con las otras personas de tu entorno”.
«La construcción del pensamiento crítico lleva a las emociones»
Una evolución que corresponde “al movimiento de las emociones como un movimiento del cuerpo y respuesta al período postmoderno”. No obstante, se plantean múltiples cuestiones, por ejemplo, en qué medida se separa del giro lingüístico de Ludwing Wittgenstein: “La historia de las emociones supone una eclosión dada por la cuestión del género, incluso, tras el 11-S, que tiene que ver con cierta insatisfacción dada por el post-estructuralismo y el giro”. La teoría lingüística se basa en que el mundo está lingüísticamente construido, a través de un lenguaje que, por sí mismo, es cerrado, a lo que el historiador se opone ya que “las emociones son las que establecen las relaciones con lo que nos rodea”.
Un ejemplo, “un niño y un perro, el primero no sabe que el animal puede hacerle daño y corre hacia él con la mano abierta; el perro, para defenderse, le muerde y, fácilmente, esto se olvidará debido a la corta vida del niño, pero se verá reflejado en un futuro en su comportamiento por el miedo o pavor que le den los canes”. Es decir, “la construcción del pensamiento crítico lleva a las emociones”, determinó Díaz Freire. Ello da pie a que se relacione con «teorías cognitivas, como el psicoanálisis o a la neurociencia». Otro de los aspectos que analiza esta rama del saber es la complejidad de la expresión de las emociones entre distintos grupos humanos donde “hay una quiebra entre la emoción y su expresión”.
La relación entre sujeto y objeto es compleja, de ahí a que el conferenciante haga «una propuesta melancólica«. Así, aludió a la Euskadi de Unamuno, en la que «la melancolía es quien transforma al individuo, quien mira a la ciudad con los ojos de la nostalgia debido a que esta ha cambiado y, a su vez, también transforma al objeto, a la ciudad, que toma esa forma». Diferenció dos caminos: «Utilizando el intelectivo, en la que analizamos el ‘mundo real’, y el no intelectivo, donde las emociones son el hilo conductor, que parece que solo es plausible en el arte y la religión». Como dijo Díaz, esto supone «una revisión de la historia» como complemento a otras herramientas analíticas, sujeta a nuevas indagaciones.