A Yurena Yanes (Güímar, 1978) le encantan las lapas, pero no solo como exquisitez gastronómica, ya que la científica y profesora del prestigioso Departamento de Geología de la Universidad de Cincinnati (EEUU) ha estado de visita en Canarias para realizar una investigación financiada por National Geographic sobre el paleoclima del Archipiélago a través del estudio de los concheros de la época prehispánica. Aunque explica que las dificultades que ha tenido que vencer para disfrutar de su situación profesional actual han sido muchas, también reconoce que, con su constancia y perseverancia, le han hecho más fuerte y mejor persona.
Su formación superior comenzó en la Universidad de La Laguna, ¿cómo fue esa etapa? «Hice la carrera de Biología en la Universidad de La Laguna, donde me dieron clases en mi especialidad profesores tan prestigiosos como Miguel Ibáñez y María Rosario Alonso, malacólogos (especialistas en moluscos), con los que conservo una excelente amistad. Todavía recuerdo sus clases, al igual que el día que fui a hablar con ellos para que me dirigieran la tesis doctoral sobre los caracoles terrestres fósiles de Canarias. Durante la investigación, obtuve una beca FPU (Formación del Profesorado Universitario) que me permitió tener un salario mensual, con seguridad social, durante 4 años para realizar la investigación».
Podemos confirmar pues, que los profesores influyen mucho en los alumnos a la hora de especializarse… «Creo que los estudiantes estamos muy influenciados por el tipo de profesor que nos toque, si tienen o no vocación. En concreto te diré que estos dos profesores eran unos excelentes docentes y la verdad es que aprendí y disfruté muchísimo en sus clases. Hay muy pocas personas que tienen una pasión desde que son pequeños porque realmente, cuando empiezas a estudiar a nivel universitario es cuando comienzas a explorar nuevos conocimientos y materias que no sabías que te podían gustar».
Entonces, ¿cuándo y cómo decidió que quería dedicarse a este ámbito? «Yo estuve un tiempo pensando en hacer Medicina, luego me pasé a Biología Marina y al final acabé en Paleontología. Hice “camino al andar”, como dice el poeta. No me tracé unas metas muy concretas y cerradas, sino que estuve muy receptiva a todas las opciones y oportunidades que me fueron surgiendo».
Pero, ¿siempre quiso irse fuera? «Bueno, el caso es que si quieres ser investigador, y quieres tener la calidad y la capacidad del nivel anglosajón, es muy importante formarte en el extranjero porque es un sistema de trabajo totalmente diferente al español. Allí ves cómo tu formación avanza muchísimo en muy poco tiempo y, por supuesto, aprendes a dominar otro idioma que no es el tuyo. Creo que la experiencia de estar fuera, ver otros sistemas de trabajo, conocer a otra gente y, simplemente, vivir allí, ya te hace crecer como investigador y como persona».
En la actualidad es profesora en la Universidad de Cincinnati. ¿Piensa volver a España? «Realmente, todos los españoles y canarios nos vamos con la idea de regresar. Nos marchamos para mejorar científica y laboralmente, pero siempre tratamos de volver en algún momento con el objetivo de poder ejercer nuestra profesión y traer a nuestro país todos esos conocimientos que hemos adquirido fuera. Lo que pasa es que mi generación, como algunas anteriores y las posteriores, no tienen la posibilidad de volver a España para tener un trabajo digno y en condiciones, que se adecue a nuestro currículum y a nuestra capacidad investigadora. Entonces es un poco desmoralizador saber que no importa todo el prestigio y la productividad que tú generes científicamente porque no vas a poder acceder a un trabajo mínimamente comparable con el que te ofrecen en el extranjero. En mi caso, cuando ya llevaba 5 años en Estados Unidos de postdoctorado, volví a España con una beca Juan de la Cierva en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) que pedí por consejo de un profesor español que conocía. En los tres años que disfruté la beca, con un sueldo de mil y pocos euros, estuve trabajando y publicando muchísimo, a un nivel muy superior al de otros investigadores que ya tenían su plaza fija, sin poder consolidar mi puesto de trabajo porque el sistema me impedía acceder a una plaza fija. Cuando la beca se me iba a acabar, sondeé opciones laborales en el extranjero (Europa y Estados Unidos) y decidí presentarme a una plaza en la Universidad de Cincinnati, que, finalmente, obtuve. Ahora soy jefa de Laboratorio con 37 años, dirijo tesis doctorales, doy clases, consigo proyectos de investigación internacionales, establezco colaboraciones con otras universidades americanas y de Europa… Irte al extranjero no es fácil, es muy duro, especialmente si te vas solo… Sin embargo, al final la pasión por el trabajo y aquello que haces merece la pena porque el esfuerzo con el tiempo da sus frutos».
Tiene un estatus profesional que en España es impensable a su edad. ¿Cuáles son las diferencias más notables entre el sistema universitario estadounidense y el español? «Creo que hay un mal entendido de lo que es la universidad en España por parte de algunos profesores. Cuando uno da clases en la universidad, también debe dedicarse a la investigación y realizar una divulgación científica. Por ejemplo, a mí se me exige como profesora en la Universidad de Cincinnati publicar un determinado número de artículos al año y al menos la mitad como primera autora. También tengo que buscar financiación externa y pedir proyectos, si no es así, no puedo mantener mi trabajo. Tengo que dar docencia y recibir evaluaciones positivas de mis estudiantes y compañeros, y tengo que dedicar parte de mi tiempo a transmitir a la sociedad mi trabajo para poder acercar la ciencia a la gente mediante la divulgación científica».
Ahora está aquí en Canarias realizando el proyecto que le ha subvencionado National Geographic, como parte de su trabajo como profesora universitaria. ¿En qué medida colabora la Universidad de La Laguna? «Estamos trabajando con profesores concretos de la ULL como el prehistoriador Juan Francisco Navarro, que es un investigador excelente y con el que tengo una buena relación desde hace años. Además, contamos con arqueólogos de otras instituciones, como el prehistoriador Felipe Jorge Pais, del Cabildo de La Palma; el arqueólogo Juan Carlos Hernández, del Cabildo de La Gomera; y el también arqueólogo Eduardo Mesa, de Tenerife. Así que colaboro con varias instituciones canarias y mi intención es mantener esta cooperación internacional e incluso expandirla en el tiempo».
Después de todo lo que has logrado fuera, ¿volvería a la Universidad de La Laguna? «Supongo que ese es un sueño que cualquier canario tendría claro, pero para volver a la ULL las cosas tendrían que cambiar mucho, porque aunque mi formación básica se la debo a la Universidad de La Laguna, mi realización como investigadora me la ha ofrecido la Universidad de Cincinnati. Creo que a nivel institucional deberíamos ser un poco más autocríticos y ver cuáles son los defectos que tenemos para tratar de mejorarlos. No estoy muy segura de cómo, pero habría que hacer un cambio muy grande para que los investigadores españoles que están en el extranjero se animasen a regresar a España».