A lo largo de sus veinte años de trayectoria, José Pereira, fotógrafo, conservador y restaurador por la ESCRBC de Galicia, ha cosechado un gran prestigio en el campo de la imagen digital y su aplicación al entorno cultural. Además, es autor del libro Gestión del color en proyectos de digitalización y de diversos artículos científicos. La semana pasada impartió el curso avanzado de Fotografía de obras de arte y digitalización del Patrimonio, impulsado por el Servicio de Documentación de Obras de Arte (SADOA) – SEGAI de la Universidad de La Laguna. Unas jornadas en las que dio a conocer la importancia de estos métodos de preservación y documentalización de los bienes culturales y dejó claro que “hoy en día se puede ser fotógrafo sin hacer fotografía”.
¿Cómo se introdujo en el mundo de la fotografía? «Mi trayectoria académica comenzó estudiando Artes Aplicadas, lo que pasa es que estos estudios no los acabé y, luego, accedí a los estudios de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Posteriormente, la fotografía la tomé como una materia de especialización y continué mi formación en la Escuela de Restauración».
¿Y por qué tomó el camino de la digitalización? «Soy un entusiasta del tema tecnológico y, a su vez, de lo relacionado con los bienes culturales, que es algo más matérico. La digitalización es un campo a caballo entre lo físico y lo virtual. Entonces, no me interesaba tanto lo físico propiamente, como puede ser el bien cultural como objeto sino esa situación, esa interfaz que da lugar entre lo real y lo supuesto».
¿Pesa más lo técnico o lo artístico? «Completamente lo técnico, 100 %. Intentamos ser lo más objetivos posible aunque cada proyecto es único e irrepetible, por lo que siempre hay algún tipo de connotación de índole de improvisación, pero, realmente, no solo tendemos a lo objetivo sino a lo científico. Nos mantenemos entre los criterios de conservación, de bienes culturales y de ingeniería».
¿Se improvisa? «A lo mejor no suena muy bien, es como dejarlo en manos del azar, pero a lo que me refiero es a lo mismo que sucede en otras intervenciones en bienes culturales. El problema que tenemos en este mundo es que es tremendamente heterogéneo. Por ejemplo, en la ingeniería, un profesional trabaja con unos campos concretos como la electrónica o el civil, pero en mi área puede ser una pintura sobre tabla, un pergamino… El gran reto es sistematizar procesos de captura o de trabajo. Entonces, cuando hablo de improvisar, o bien salir del paso como uno pueda, es en relación a la dificultad de sistematización de intervenciones porque, aunque haya patrones que se repitan, cada proceso acaba siendo único puesto que cada bien tiene un rasgo particular motivado por su elaboración, autoría, conservación, y mil factores».
«Con la tecnología digital nos enfrentamos a muchísimas más incógnitas»
Ya lleva más de veinte años dedicado al mundo de la digitalización… «Prácticamente, toda mi trayectoria profesional, con sus más y sus menos. Empiezo muy joven en el mundo de la fotografía, doy un paso al mundo de la conservación, aunque también he hecho restauración más convencional, así como una faceta más tecnológica asociada a la computación, pero la imagen digital siempre ha sido una constante en mi trayectoria profesional desde los dieciocho o diecinueve años».
¿Cómo ha evolucionado la tecnología? «Es una cuestión bastante paradójica. La tecnología se ha vuelto más accesible, podemos utilizar equipos con unas capacidades que hace diez, quince años, eran impensables por sus costes y la restricción del mercado. La tecnología se ha popularizado muchísimo pero, en cierta manera, las que son digitales nos están aportando más bien el conocimiento asegurado que teníamos desde el punto de vista de la fotografía física o química, en lo digital hay que empezar desde cero. A nivel de hardware sí es más fácil o accesible, pero a nivel de aplicación nos afrentamos a muchísima más incógnitas, sobre todo, porque el paradigma de la imagen digital frente a la imagen convencional es bastante diferente. Hay un salto cualitativo y cuantitativo entre lo químico y lo digital, por lo que no es posible aprender desde lo analógico por comparación, y eso nos lleva a la conclusión de que hay que abrir nuevas unidades de investigación respecto a lo que podemos hacer en digital».
Los pasos que se darían durante este proceso de digitalización, ¿cuáles serían? «Pongamos el caso de la digitalización o documentación del arte rupestre. En primer lugar, saber qué queremos hacer, es decir, qué información queremos extraer de la obra. Hacemos fotografías de alta resolución para tener una información espacial y colorimétrica muy detallada de la obra; posteriormente, imágenes para hacer fotogrametría -reconstrucciones en tres dimensiones para obtener la métrica precisa de la obra-; y podemos ir más allá con técnicas de análisis, no visible, ultravioleta o infrarroja y con análisis de imagen para poner en evidencia o acceder a una información que no es visible a simple vista. La documentación en este caso suele ser completa».
¿Y en otro tipo de obras? «Poniendo otro caso, como puede ser la pintura de caballete o sobre lienzo que, dependiendo del cliente, le interesa hacer más fotografía no visible o multiespectral, o análisis de imágenes para poner en evidencia posibles firmas, trazos, que nos acerquen a la autoría de la obra, o una fotografía más forense o científica para intentar buscar un autor. Después, hay técnicas como puede ser en el trabajo de digitalización de documentos, libros, de manuscritos que muchas veces está enfocada a la divulgación de esos bienes a través de Internet, por ejemplo, o a la preservación. Hay que pensar que la digitalización es una forma ideal de preservar los contenidos de documentos escritos, fotografías…».
El cuidado y preservación de los documentos digitales
¿Cómo se cuida a la obra durante el proceso? «Es otro aspecto bastante importante durante la digitalización. Se consideran análisis no destructivos (NDT) y, en principio, con todos estos técnicos de análisis y de preservación digital, no se interviene sobre la obra. Sin embargo, en ciertos casos se necesita una manipulación como puede ser con un libro: es necesario abrirlo, pasar las hojas. Si el estado de conservación de ese documento no es el óptimo durante esa manipulación puede haber problemas, lo mismo puede ocurrir con un negativo fotográfico que esté plegado, que tal vez necesitará una intervención previa. Hay muchos bienes culturales que antes de poder ser digitalizados o acceder a ellos por cualquier técnica necesitan unas condiciones de conservación mínimas para asegurar un tratamiento seguro. Puede haber situaciones muy sencillas como obras en buen estado que no posea ningún tipo de alteración, u obras muy críticas que implican un problema».
Una de las especialidades que especifica en su currículum es en relación al análisis forense en fotografía, ¿de qué se trata? «Es poner en evidencia ciertos aspectos que nos devuelvan una autoría o que nos hable de su autenticidad. Muchas veces estas técnicas están relacionadas con el mercado del arte y el valor económico de esta obra, están estrictamente orientadas a conocer el origen de obras que no están firmadas para ponerla en valor o autentificar al autor a la que se le atribuye».
Nos arriesgamos a que un click borre toda nuestra base de datos… «Esos son otros aspectos igualmente interesantes. Dentro de este sector está la disciplina de la preservación digital. Existen actualmente numerosos protocolos para intentar asegurar esa información digitada. En ciertas ocasiones, hay una inquietud por guardar este material, que ciertamente puede ser efímero si no se cuida ni se establecen ciertos protocolos, pero hoy en día casi cualquier institución ya mantiene unos parámetros como pudiera ser las copias de seguridad recurrentes, cambios de formatos, una buena gestión de metadatos y demás, para asegurar que sea accesible y legible».
«La digitalización debería considerarse dentro de los planes de protección y conservación de bienes culturales»
¿Cuál cree que es el estado de la conservación en España? «A nivel técnico no son demasiadas las quejas, a nivel de disposición institucional es la misma que ocurre en el mundo de la cultura y de la ciencia: de un abandono considerable. Sin embargo, hay ciertas dotaciones y subvenciones para bienes culturales que, en cualquier caso, con el enorme patrimonio cultural que tenemos, es insuficiente. Otro problema, quizás más grave, sea relacionado con los aspectos de la digitalización, que deberían de considerarse dentro de los planes de protección y conservación de bienes culturales y medio se hace, medio no».
Creía que era uno de los aspectos más destacados… «Es decir, el problema grave de mi sector, en concreto, de la digitalización de patrimonio, es que estas tareas al no considerarse dentro de estos planes de protección o de conservación de bienes culturales, sus dotaciones por parte del Estado suelen estar asociadas a una política industrial. Es decir, ‘vamos a digitalizar el máximo número posible de fotografías o de libros’ y no a políticas de preservación, las cuales consistirían en digitalizar una serie de artefactos con valor patrimonial. Si nos centramos en los trabajos que se realizan en ese sector en España, la calidad suele ser bastante lamentable. Y no es una cuestión técnica, sino conceptual, son proyectos que se abordan desde un punto de vista diferente al que debería de ser».
¿Por qué no se le da la importancia? «Sucede que, quizás, en el mundo de la cultura lo tenemos separado por especialidades. Todos tenemos claro que la escultura, la pintura, la arqueología, son un bien cultural. Sin embargo, cuando nos remitimos a las colecciones fotográficas hay un cierto vacío en cuanto a la protección legal, donde unas están protegidas y otras no. De hecho, en España no existen estudios específicos salvo especializades en algunas escuelas. De la misma manera, podríamos hablar de material audiovisual, o de libros o manuscritos. Habiendo textos que se consideran parte del patrimonio, mantienen un circuito diferente que se relaciona con la archivística o la biblioteconomía, y así pasa con la fotografía para su preservación. En cuanto al cine y su conservación, prácticamente no existen restauradores como tales sino técnicos asociados a este mundo que acometen sistemas de restauración».
No consigue haber una unificación… «Una cosa es la obra en sí, que puede estar en película de celuloide, en soporte magnético, etc., pero otra es la conservación de la obra, su información, y, añadida a esa, la de los soportes. Como un libro, una cosa es la información que porta el libro y otra cosa como artefacto o bien cultural. En los demás campos sucede lo mismo. Lo que hacemos con ciertas técnicas de digitalización es preservar la información con una rigurosidad hacia el original. Lo que se pretende es no solo que digitalices el contenido dado por sus letras, palabras, inteligible para el ser humano, sino que también cuidemos cualidades como los trazos de la tinta, atributos y texturas del papel, tipografía… Eso sucede con la fotografía, que junto a lo habido recoge aspectos de ese artefacto: patologías, alteraciones, brillo… Es como si digitalizáramos una pintura pero fuese irrelevante que estuviese en un lienzo o mural y que lo único que nos interesara fuera desde el punto de vista icónico o formal. Eso no es admisible cuando hablamos de ciertas obras de arte».
«El valor del conjunto arqueológico de España es inmenso e incuestionable en comparación con el que podría tener el turismo de sol y playa»
¿Qué le ha parecido el estado del Patrimonio de la ciudad de La Laguna? «No he podido ver mucho de ella, pero creo que el problema de La Laguna es el mismo de muchas zonas de España. Se hace la inversión donde el rédito es más sencillo, al fin y al cabo, atraer turismo a base de patrimonio cultural es más costoso que hacerlo por playa y hoteles. Lo que sucede en muchas zonas es que invertir en cierto tipo de público es complejo por el que está funcionando. Un buen número de la población sostiene que invertir en Patrimonio o en cultura es una pérdida de tiempo, y lo prefiere hacer en otras industrias que tiene un beneficio directo. La cuestión es que hay ciertos sectores que son finitos en cuanto a su explotación y el dinero, mientras que el Patrimonio puede ir siempre in crescendo«.
¿Por qué? «Debido a que es algo único que está asociado a un pueblo, una sociedad, -ya que hay hoteles y playas en todo el mundo- y si alguien va a esa región va a ver ese Patrimonio en exclusiva, que solo está ahí. Tanto en Península como en las islas hay una cierta dejadez en ese sentido. Se invierte más en turismo con réditos económicos evidentes y se descuida el patrimonio, que necesita una dedicación, trabajo, estructuras turísticas más complejas, saber comunicar ciertos bienes culturales, etc. Pero, por ejemplo, el valor del conjunto arqueológico de España es inmenso e incuestionable en comparación con el que podría tener el turismo de sol y playa. Tenemos un potencial cultural muy superior a la calidad de las playas que tenemos. Hay países cuyo turismo de sol es mucho mayor al que poseemos, pero se sigue insistiendo y se abandona este mercado que es único y exclusivo de estos parajes».
Quedan salidas en el sector artístico… «El problema que sucede con ciertas carreras es que su trascedencia social o económica no es evidente. Si haces Bellas Artes, lo más evidente es que seas artista, en un mundo donde está muy poco cotizado y es muy duro serlo. Pero no dejan de ser trayectorias divergentes que pueden alcanzar sectores muy dispares. Muchas veces nos planteamos la faceta obvia de una salida profesional, por ejemplo, yo siendo restaurador me dedico a la conservación y al mundo digital y no matérico, el cual se estudia de manera convencional, pero sigo haciendo una labor y una tarea completamente ligada al Patrimonio que vagamente se estudia en una escuela de restauración».
Se ha forjado su propia marca, José Pereira… «Si eres autónomo, freelance, necesitas una cierta imagen de marca para ser reconocible por tus trabajos. Somos nuestra propia empresa, por lo que es necesario. Hoy en día vivimos en un mundo quizás cruel, duro, en donde cualquier profesional ha de invertir una buena parte de su tiempo en tareas profesionales que van encaminadas a venderte a ti mismo, a escribir artículos, asistir a eventos, participar en redes sociales… Es marketing, algo necesario para mantener al cliente y acceder al mercado».